Se reunieron de urgencia en alguna apartada y tranquila isla del pacífico los más importantes personajes del universo, y organizaron, para tal efecto, una mesa redonda alrededor de un pequeño agujero negro.
Llamaron a lista, según su ubicación en la tabla y
constatado el plenum expusieron el tema a tratar: la Tierra.
El Hidrógeno tomó la palabra y en tono solemne y
preocupado hizo un recuento del panorama universal, expresando que, una vez
revisados los planetas, soles, satélites, cometas y demás cuerpos celestes, y
que no obstante en algunos de ellos se detectan gigantescos volcanes que
revolucionaban totalmente el paisaje muy a menudo, así como otros emiten letales
rayos que no permiten que nadie se les acerque ni a miles años luz, y muchos
más lanzan gases infernales a discreción, aun así, unos y otros respetan sus
lugares asignados y, en general, no hay reportes de mayores daños.
Con la mirada inquisidora sobre el sabio Carbono que
escuchaba con atención el reporte suministrado por el secretario,
el Hierro, quien revela con bien articulada y potente voz que se ha detectado
la existencia de unos minúsculos y ridículos seres que por razones inexplicadas
se han propagado por este insignificante planeta que hasta el presente ha
pasado inadvertido (señalando con su dedo hacia el piso), tomándose
atribuciones de una peligrosidad nunca antes vista.
Ciertamente, replicó el Plomo en tono de protesta, han
abusado de mí como nunca antes había ocurrido, a lo que ripostó el Arsénico
denunciando que, en forma inaudita, parece que ellos mismos se proponen
desaparecer de la faz de tan minúscula roca.
Tomó la palabra el Uranio, que tiene fama de avezado
gladiador cósmico, para ofrecer, generando asombro general, su propia
existencia en el noble empeño de poner orden universal, fisionando su núcleo
para convertir de una vez por todas a este pequeño y ya peligroso corpúsculo
autodenominado La Tierra, en un hermoso y brillante anillo de arena multicolor
que gire alrededor de su sol, para beneplácito de todos.
En medio de un murmullo de aceptación general, dada la
gravedad de la denuncia, pidieron la palabra, dos connotados y sesudos
doctores, el Sodio y el Cloro, quienes, en estricta resonancia se expresan al
unísono, para exponer su moción de procedimiento en esta plenaria estelar, para
pedir un compás de espera para estos molestos animalillos bípedos, dado que se
han escuchado ciertos rumores que supuestamente pretenden aplacar los ánimos
entre ellos mismos.
El Hidrógeno, retomando el consenso general, acepta la
propuesta del sensato dúo, no obstante dejar sentada en el acta que si tal
intención no es más que más de lo mismo, llamará al servicio la noble oferta
del Uranio.
Una vez consignada fecha y hora del próximo cónclave,
se lanza la sesión al agujero de gusano para desaparecer en fulgurante
resplandor a la velocidad de la luz hacia sus respectivas moradas en el
firmamento.
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