Dick Tracy, ya en uso de buen retiro de la oficina de investigaciones, ofreció de nuevo sus servicios para dilucidar cierto caso que por años acumulaba el polvo del olvido en los anaqueles de la Inspección, y aunque en el fondo de sí rechazaba esta peligrosa labor, no resistió el reto impuesto por sus colegas para rematar su vida como el héroe que siempre ha sido.
Pronto
metió en su bolsillo la lupa, caló su sombrero, ajustó su tv-radio-reloj
pulsera, y presuroso y sin despedirse, como siempre, salió en pos de su
destino.
Tess,
quien guardaba por él, no admiración sino amarga resignación de viuda, al fin
terminó aceptando que Dick nunca fue hombre de hogar, sino de ajenos, para
ella, teatros del crimen.
Pensando
así, de repente, algo cambió.
Seis
rodajas gruesas de jamón con sendas rodajas de naranja, media taza de
cebollitas en encurtido, media taza de azúcar y pimienta con pudín de copos de
nieve, fue la cena que sirvió a Dick, quien presuroso devoró para salir de
nuevo, pues ‘este caso’ no se le escapará de las manos.
Manzanas
en mantequilla, ocho tiras de tocineta sofrita desmenuzada, dos cucharadas de
salsa, una lata de crema de leche, cuatro cucharadas de cebolla cabezona picada
con flan de queso, a más de ocho pechugas medianas, un cuarto de libra de queso
fundido, media taza de perejil con torta de queso, pasta y base de hojaldre,
fueron diferentes y suculentos platos de los que su marido ni se enteró por
andar a las carreras.
A Tess,
por entonces, lo que realmente le importaba no era el reconocimiento de su
esposo por el arte culinario sino que no quedara en su plato ni una brizna,
así, como rápidamente constató, tuviera que aumentar todo su ropero a cuatro
tallas.
Y fue así
como muy poco tiempo después de un sobre de crema de
tomate, dos latas de atún escurridas, una taza de leche entera, una cebolla
cabezona picada, tres cucharadas de perejil, seis claras batidas a punto de
nieve con sus yemas y helado moka, así como media libra de carne molida, dos
cucharadas de aceite, una taza de cebolla larga picada, un diente de ajo
triturado (con algo de rabia), tres cucharadas colmadas de puré de papa, todo
envuelto y sofreído en una masa de media libra de maíz precocido y acompañado
con turrón de ciruelas, Dick cayó fulminado por un ataque de corazón dentro del
croquis del homicidio que ya tenía resuelto.
Sam, su
fiel asistente se acercó a Tess al lado del féretro a expresar mutuo sentido
pésame, y ella, aún con el delantal puesto, le extendió el texto del epitafio
para la tumba de su marido: “Descubrió todos los crímenes, menos el crimen
perfecto”.
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