domingo, 14 de mayo de 2017

EL CRIMEN PERFECTO




Dick Tracy, ya en uso de buen retiro de la oficina de investigaciones, ofreció de nuevo sus servicios para dilucidar cierto caso que por años acumulaba el polvo del olvido en los anaqueles de la Inspección, y aunque en el fondo de sí rechazaba esta peligrosa labor, no resistió el reto impuesto por sus colegas para rematar su vida como el héroe que siempre ha sido.

Pronto metió en su bolsillo la lupa, caló su sombrero, ajustó su tv-radio-reloj pulsera, y presuroso y sin despedirse, como siempre, salió en pos de su destino.



Tess, quien guardaba por él, no admiración sino amarga resignación de viuda, al fin terminó aceptando que Dick nunca fue hombre de hogar, sino de ajenos, para ella, teatros del crimen.

Pensando así, de repente, algo cambió.

Seis rodajas gruesas de jamón con sendas rodajas de naranja, media taza de cebollitas en encurtido, media taza de azúcar y pimienta con pudín de copos de nieve, fue la cena que sirvió a Dick, quien presuroso devoró para salir de nuevo, pues ‘este caso’ no se le escapará de las manos.

Manzanas en mantequilla, ocho tiras de tocineta sofrita desmenuzada, dos cucharadas de salsa, una lata de crema de leche, cuatro cucharadas de cebolla cabezona picada con flan de queso, a más de ocho pechugas medianas, un cuarto de libra de queso fundido, media taza de perejil con torta de queso, pasta y base de hojaldre, fueron diferentes y suculentos platos de los que su marido ni se enteró por andar a las carreras.

A Tess, por entonces, lo que realmente le importaba no era el reconocimiento de su esposo por el arte culinario sino que no quedara en su plato ni una brizna, así, como rápidamente constató, tuviera que aumentar todo su ropero a cuatro tallas.

Y fue así como muy poco tiempo después de un sobre de crema de tomate, dos latas de atún escurridas, una taza de leche entera, una cebolla cabezona picada, tres cucharadas de perejil, seis claras batidas a punto de nieve con sus yemas y helado moka, así como media libra de carne molida, dos cucharadas de aceite, una taza de cebolla larga picada, un diente de ajo triturado (con algo de rabia), tres cucharadas colmadas de puré de papa, todo envuelto y sofreído en una masa de media libra de maíz precocido y acompañado con turrón de ciruelas, Dick cayó fulminado por un ataque de corazón dentro del croquis del homicidio que ya tenía resuelto.


Sam, su fiel asistente se acercó a Tess al lado del féretro a expresar mutuo sentido pésame, y ella, aún con el delantal puesto, le extendió el texto del epitafio para la tumba de su marido: “Descubrió todos los crímenes, menos el crimen perfecto”.

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