Un marciano en forma
de roca que vive en medio del rojo desierto, envía una señal codificada a la base que se encuentra en el fondo de un pequeño cráter, mediante
golpeteos convertidos en ondas de vibración elástica irradiadas a través del
suelo:
“Solicito…”.
Esta señal, recibida y
procesada pocos segundos después, le fue contestada en igual medio de
comunicación:
“Continúa…”
…permiso…”
En idas y venidas de
estos mensajes acústicos sobre el terreno, al explorador marciano le fue
autorizado el permiso para dar cada paso en dirección hacia su hogar donde su
esposa, en forma de piedra pulida, lo espera ansiosa para la
cena.
Mi
amor, le dijo en tono muy preocupado al llegar, acabo de ver a la distancia
hace un instante unos rarísimos objetos en forma de taza con ruedas, lentes,
antenas y tenazas.
Ella,
incrédula, se asomó a la ventana al momento que vio oscurecer el día con la
sombra de una pala mecánica que enviaba a una estación aun mucho más distante
otra señal:
“Aló, Huston, no hemos visto signos de vida…”.